" En el pasado el hombre ha persuadido a las mujeres de que ellas son seres puros, ángeles. El hombre es sucio y travieso, la mujer es divina. El hombre ha puesto a la mujer sobre un alto pedestal; ese fue su truco para controlarla. (...) Ese elevado pedestal satisfacía mucho el ego femenino, ella era la madre divina, que no podía rebajarse y hacer las sucias cosas de hombres, ella tenía más cualidades divinas que el hombre. El hombre es feo e inmoral, por eso hay que perdonarle. De esta forma el hombre ha podido hacer lo que ha querido a lo largo de los siglos, convenciendo al ego divinizado de la mujer la ha capturado, pero era una estrategia y así ella permaneció pura. Pedir igualdad sería bajarse del pedestal(...) Posteriormente en occidente el hombre ha vuelto a persuadir a la mujer, "teneís que ser libres, teneis que ser iguales a nosotros" Como los tiempos han cambiado ahora ellos quieren libertad absoluta, ellos quisieran disfrutar de más mujeres que sólo su esposa y para lograrlo han persuadido a la mujer para que busque la libertad. Ahora el hombre quiere usarlas y tirarlas sin que esto implique ninguna responsabilidad. (...) La mente masculina es astuta, la mujer es más inocente, ella no puede ser tan estratégica ni tan política, ella cree fácilmente y le ha creído al hombre. Nada ha cambiado ahora esto es lo que le conviene al hombre, que la mujer sea libre y no pida ningún compromiso, ha creado nuevas filosofías para vivir sin ataduras, sin compromisos, sin celos, sin posesividad y las mujeres confían (..)Ahora el ambiente es que la mujer pida igualdad con el hombre , que a ella deje de interesarle el hogar, la familia, los hijos, la maternidad, ella debe ahora interesarse por la ciencia la tecnología la literatura, por esto y aquello. Con esto han logrado que se reúnan grupos de mujeres a concientizarse de esto. Lo que no se dan cuenta es que su concientización las lleva sólo a una cosa: a destruir algo profundo de su femineidad, e ir en contra de sí mismas, sólo así pueden competir con los hombres. (..) Con esto se poduce una lucha y toda lucha produce dureza (...) y esto será una pérdida ya que la única esperanza para la humanidad es la suavidad de la mujer no la dureza del hombre, ya hemos sufrido lo suficiente a causa de esa dureza"
(Osho, El Libro de la Mujer, cap. 3)
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